Por Yossy Goldman
Ellos dicen adáptate o muere. ¿Pero debemos deshacernos de
lo viejo para adoptar lo nuevo? ¿La elección está limitada a moderno o
anticuado, o podemos ser tradicionalistas contemporáneos? ¿Pueden coexistir el
pasado y el presente?
Al comienzo de la Parashá de esta semana leemos que Moisés
mismo estaba ocupado con una misión especial mientras los judíos abandonaban
Egipto. Moisés tomó con él los huesos de José. Más de cien años antes del gran
Éxodo, José hizo jurar a los Hijos de Israel que lo llevarían con ellos cuando
eventualmente abandonaran Egipto. Como virrey de Egipto José no podía esperar
ser sepultado en Israel cuando muriera, como lo fue su padre Jacob. Los
egipcios no tolerarían que su líder político fuera sepultado en una tierra
extranjera. Pero él hizo que sus hermanos se comprometieran solemnemente a que
cuando llegara el momento y todos los israelitas partieran tomarían sus restos
con ellos.
Y fue así que mientras todos los demás estaban ocupados
empacando, cargando sus burros y preparándose para el Gran Viaje por el
Desierto, Moisés estaba ocupado con esta misión, cumplir la sagrada promesa
hecha a José generaciones antes.
Pero José no fue el único re sepultado en la tierra santa.
Sus hermanos también recibieron el mismo honor y último homenaje. Sin embargo
es sólo a José a quien menciona explícitamente la Torá. ¿Por qué?
La respuesta es que José fue único. Mientras que sus
hermanos eran simples pastores que atendían a sus rebaños, José se encargaba de
los asuntos de estado de la más poderosa superpotencia de la época. Ser un
judío practicante mientras se pasea plácidamente por las praderas no es
complicado. Sólo en los campos, comulgando con la naturaleza, y lejos del
ajetreo y el bullicio de la vida en la ciudad, uno puede ser más fácilmente un
hombre de fe. Pero manejar una gigantesca infraestructura gubernamental como el
hombre de estado más elevado en la tierra y aun permanecer fiel a las
tradiciones de uno —no es sólo una novedad, es inspiración absoluta.
Fiel como fue desde la vida simple de un joven pastor hasta
el centro de la capital para hacer equilibrio con los roles de virrey y judío,
José representa la tradición en medio de la transición. Es posible, enseñó al
mundo, ser un tradicionalista contemporáneo. Uno puede cabalgar exitosamente en
ambos mundos.
Ahora que estaban por abandonar Egipto, los judíos estaban
enfrentando un nuevo orden mundial. Atrás quedaban la esclavitud y la opresión,
y en su lugar estaba la libertad. Durante ese tiempo de transición, sólo José
podía ser su modelo de conducta. Necesitarían su ejemplo para mostrarles el
camino hacia esa tierra desconocida, la nueva frontera.
Es por eso que la Torá sólo menciona a José como aquel cuyos
restos salieron con el pueblo. Necesitaban tomar a José con ellos así, al igual
que él, también harían su propia transición exitosamente.
Desde que dejamos Egipto, hemos estado deambulando. Y cada
traslado ha traído con él sus propios desafíos. Desde Polonia a América o de
Lituania a Sudáfrica, toda transición vino con choques culturales para nuestra
psiquis espiritual. Cómo ganarse la vida y seguir cuidando el Shabat como lo
hacía en el shtetl cuando el dueño de la fábrica dice "Cohen, si usted no
viene el sábado, ¡no se moleste en venir tampoco el lunes!" Era una prueba
de fe que no era para nada fácil. Muchos sucumbieron. Pero muchos otros se
mantuvieron firmes y sobrevivieron, y hasta florecieron. Fue la prueba de la
transición —y aquellos que tomaron como modelo a José pudieron hacer la
transición mientras permanecían comprometidos con la tradición.
La democracia y la cultura de los derechos humanos han hecho
que parte de la vida judía fuera de alguna forma más fácil, pero aun abundan
los desafíos. En todas nuestras transiciones de hoy, debemos continuar
aprendiendo de José.
Fuente: Jabad
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