La manera de pensar generalizada en el mundo es que el
cuerpo y el alma se oponen constantemente, y para volverse alguien espiritual,
el individuo debe apartarse del físico y de lo terrenal. Sin embargo, la Torá
desmiente esa forma de pensar. La prueba más grande de esto es el acto de traer
sacrificios: Cuando el individuo traía una ofrenda, una parta de ésta era
quemada en el altar y otra consumida por los cohanim, y así el pecador obtenía
su perdón (siempre y cuando el sacrificio era acompañado de sentimientos (y
actos) verdaderos de teshubá), (Pesajim 59b).
Siendo así, el jajam que enseña “tres [personas] que
comieron en una misma mesa y pronunciaron palabras de Torá sobre ésta es como
si hubiesen comido de la mesa del Omnipresente” (Abot 3:3) nos instruye
precisamente este punto: La persona debe unir su físico con su alma, esto se
realiza por medio de decir unas palabras de Torá en la mesa (abreviado del Emet
Le Yaacob).
Solemos olvidar que D-s es el que creó tanto el cuerpo como
el alma, por eso la gente piensa que hay que suprimir uno para que el otro
florezca. Pero la Torá que fue dada por el mismo Creador del cuerpo y del alma
se preocupó de que ambos tengan su representación en la vida cotidiana. Así
vemos, por ejemplo, no sólo la necesidad de realizar mitzvot con el cuerpo,
sino también con el corazón. Una ilustración de eso es el placer de shabat, que
no sólo es físico, también es espiritual- cantamos alrededor de la mesa, y
también es un ejercicio intelectual: Decimos palabras de Torá y provocamos el
pensamiento y el análisis. Ojalá
podamos utilizar todos nuestros dones para Su servicio.
Fuente:
Enlace Judio
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